Rita se atusó el pelo delante del espejo. Como cada viernes, se habÃa acicalado de una manera especial, se habÃa echado crema hidratante con un ligero olor a lilas y unas gotas de su perfume favorito.
HabÃa quedado con sus amigas en menos de media hora, asà que pensó que tendrÃa tiempo para darse un respiro y relajarse un poco. No sabÃa porque, pero todos los viernes le pasaba lo mismo, era una especie de trance por el que tenÃa que pasar: sus piernas le fallaban y el nudo que solÃa tener en la garganta ahora era de dimensiones exageradas, casà no podÃa articular palabra.
Asà que, intentando no deshacer su metódico peinado, se tumbó en su cama intentando disimularse a sà misma que estaba como un flan. "Hoy lo volveré a ver, y pasará lo mismo de siempre", pensaba una y otra vez sin dejar de atormentarse.
Llevaba ya un par de meses viéndose con un hombre atractivo. SÃ, viendose era la palabra correcta, pues sólo se veÃan y charlaban como un par de colegas al salir del trabajo. A ella le atraÃa su enorme optimismo y su manera de ver la vida, además era divertido y el tiempo se le pasaba volando a su lado. Asà que poco a poco, lo que al principio era simpatÃa y amistad, se fue convirtiendo en algo que terminó siendo una obsesión.
Viernes tras viernes Diego y ella coincidÃan en los locales de costumbre y, por cosas del destino, acababan siempre sólos y alejados del resto de sus amigos. Él no hacÃa nada por evitarlo, y eso, a Rita la ponÃa nerviosa. "Tengo que hacer algo, esto no puede continuar asÃ", pensaba, pero sus músculos no hacÃan caso a las órdenes del cerebro en cuanto lo tenÃa a él delante.
Sin embargo hoy, al levantarse de su cama, Rita se sentÃa decidida a actuar. Estaba casi convencida de que él sentÃa lo mismo que ella pero sus dudas la corroÃan una y otra vez. "Esta noche es la definitiva", se dijo a si misma y se levantó.
Cuando miró el reloj dio un respingo. Llegaba tarde. Cogió el coche y salió hacia donde la estaban esperando. Llegó y se disculpó como pudo, a fin de cuentas ella nunca llegaba tarde. Hoy era una ocasión especial. La notaron muy nerviosa pero no se atrevieron a preguntar, la conocÃan perfectamente como para saber que pasaba por su cabeciña. Una vez más intentarÃa acabar con las dudas que le corroÃan por dentro. UtilizarÃa todas las armas de mujer que fuesen necesarias aunque no creÃa que llegase a nada.
La noche pasaba como tantas otras noches y Rita estaba cada vez más nerviosa y frustrada. TenÃa a su lado al hombre que querÃa, aunque no de la forma que deseaba. No se despegaba de ella y sin embargo no era capaz de intuir en él nada que le indicase que la necesitaba a su lado. Por más que sus amigas le decÃan que le echase valor, ella no se sentÃa con fuerzas para intentar algo que no veÃa nada claro.
Agobiada, salió del local donde estaban a respirar un poco de aire puro. Aunque pronto se dio cuenta de que no estaba sola. Cuando se giró hacia su derecha, vio a un hombre a su lado. Era Diego. La vio salir del local toda compungida y fue detrás de ella por si se encontraba mal.
Rita no sabÃa que hacer. Recordó su autopromesa y con un renovador impulso decidió atacar. No estaba dispuesta a dejarlo pasar una vez más.
"¿Estás bien?", le preguntó Diego, preocupado.
Se quedó callada unos segundos. Pensó cúal serÃa la mejor respuesta a esa pregunta un par de veces, y al final le dijo "no, estoy un poco mareada".
Acto seguido Rita, con los ojos cerrados, dejó caer poco a poco su cuerpo hacia él, que ahora estaba justo delante. No se lo podÃa creer ni ella misma. De pronto pasó por su cabeza una imagen que la frenó: Diego la rechazaba.
Acobardada, antes de que sus labios llegasen a rozar los de Diego, giró su cuerpo para no chocar contra él. "Ah, perdón, me he tropezado", le dijo avergonzada.
"No te preocupes, siéntate y te sentirás mejor". Diego le sonrió y el alma se le cayó al suelo. La acompañó hasta un banquito cercano y allà se quedaron, una noche más, alejados del resto charlando.
Una vez más, la situación se descontroló y Rita no pudo hacer nada. "No volverá a pasarme", se dijo a si misma, pero, a su lado, Diego la miraba con aquellos ojos que la mataban una y otra vez. ¿ConseguirÃa acabar con aquello de una vez?
Sólo el tiempo lo sabrÃa...
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Pregunta del dÃa: ¿Alguna vez se ha sentido asÃ?
Frase del dÃa: "Una idea puede llegar a la mente pero no haber alcanzado todavÃa los labios." L. Durrell
Canción del dÃa: Across the stars - John Williams
HabÃa quedado con sus amigas en menos de media hora, asà que pensó que tendrÃa tiempo para darse un respiro y relajarse un poco. No sabÃa porque, pero todos los viernes le pasaba lo mismo, era una especie de trance por el que tenÃa que pasar: sus piernas le fallaban y el nudo que solÃa tener en la garganta ahora era de dimensiones exageradas, casà no podÃa articular palabra.
Asà que, intentando no deshacer su metódico peinado, se tumbó en su cama intentando disimularse a sà misma que estaba como un flan. "Hoy lo volveré a ver, y pasará lo mismo de siempre", pensaba una y otra vez sin dejar de atormentarse.
Llevaba ya un par de meses viéndose con un hombre atractivo. SÃ, viendose era la palabra correcta, pues sólo se veÃan y charlaban como un par de colegas al salir del trabajo. A ella le atraÃa su enorme optimismo y su manera de ver la vida, además era divertido y el tiempo se le pasaba volando a su lado. Asà que poco a poco, lo que al principio era simpatÃa y amistad, se fue convirtiendo en algo que terminó siendo una obsesión.
Viernes tras viernes Diego y ella coincidÃan en los locales de costumbre y, por cosas del destino, acababan siempre sólos y alejados del resto de sus amigos. Él no hacÃa nada por evitarlo, y eso, a Rita la ponÃa nerviosa. "Tengo que hacer algo, esto no puede continuar asÃ", pensaba, pero sus músculos no hacÃan caso a las órdenes del cerebro en cuanto lo tenÃa a él delante.
Sin embargo hoy, al levantarse de su cama, Rita se sentÃa decidida a actuar. Estaba casi convencida de que él sentÃa lo mismo que ella pero sus dudas la corroÃan una y otra vez. "Esta noche es la definitiva", se dijo a si misma y se levantó.
Cuando miró el reloj dio un respingo. Llegaba tarde. Cogió el coche y salió hacia donde la estaban esperando. Llegó y se disculpó como pudo, a fin de cuentas ella nunca llegaba tarde. Hoy era una ocasión especial. La notaron muy nerviosa pero no se atrevieron a preguntar, la conocÃan perfectamente como para saber que pasaba por su cabeciña. Una vez más intentarÃa acabar con las dudas que le corroÃan por dentro. UtilizarÃa todas las armas de mujer que fuesen necesarias aunque no creÃa que llegase a nada.
La noche pasaba como tantas otras noches y Rita estaba cada vez más nerviosa y frustrada. TenÃa a su lado al hombre que querÃa, aunque no de la forma que deseaba. No se despegaba de ella y sin embargo no era capaz de intuir en él nada que le indicase que la necesitaba a su lado. Por más que sus amigas le decÃan que le echase valor, ella no se sentÃa con fuerzas para intentar algo que no veÃa nada claro.
Agobiada, salió del local donde estaban a respirar un poco de aire puro. Aunque pronto se dio cuenta de que no estaba sola. Cuando se giró hacia su derecha, vio a un hombre a su lado. Era Diego. La vio salir del local toda compungida y fue detrás de ella por si se encontraba mal.
Rita no sabÃa que hacer. Recordó su autopromesa y con un renovador impulso decidió atacar. No estaba dispuesta a dejarlo pasar una vez más.
"¿Estás bien?", le preguntó Diego, preocupado.
Se quedó callada unos segundos. Pensó cúal serÃa la mejor respuesta a esa pregunta un par de veces, y al final le dijo "no, estoy un poco mareada".
Acto seguido Rita, con los ojos cerrados, dejó caer poco a poco su cuerpo hacia él, que ahora estaba justo delante. No se lo podÃa creer ni ella misma. De pronto pasó por su cabeza una imagen que la frenó: Diego la rechazaba.
Acobardada, antes de que sus labios llegasen a rozar los de Diego, giró su cuerpo para no chocar contra él. "Ah, perdón, me he tropezado", le dijo avergonzada.
"No te preocupes, siéntate y te sentirás mejor". Diego le sonrió y el alma se le cayó al suelo. La acompañó hasta un banquito cercano y allà se quedaron, una noche más, alejados del resto charlando.
Una vez más, la situación se descontroló y Rita no pudo hacer nada. "No volverá a pasarme", se dijo a si misma, pero, a su lado, Diego la miraba con aquellos ojos que la mataban una y otra vez. ¿ConseguirÃa acabar con aquello de una vez?
Sólo el tiempo lo sabrÃa...
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Pregunta del dÃa: ¿Alguna vez se ha sentido asÃ?
Frase del dÃa: "Una idea puede llegar a la mente pero no haber alcanzado todavÃa los labios." L. Durrell
Canción del dÃa: Across the stars - John Williams